Chet Baker - Like Someone In Love

lunes, 31 de julio de 2017

Cerezas - Ramón Xirau - España-México


Cireres
a Octavio Paz
en el seu aniversari
Vermelles les cireres,
vermell el claustre illuminat
de vides netes. Claredat.

El sol, cántic de foc?

Vermelles les cireres
tot llum, tot mar
                         tot claustre



Cerezas
a Octavio Paz
en su aniversario
Rojas las cerezas,
rojo el claustro iluminado
de vidas limpias. Claridad.

¿El sol, cántico de fuego?

Rojas las cerezas
todo luz, todo mar
                            todo claustro.

sábado, 29 de julio de 2017

El Libro del Conocimiento de la Génesis del dios Sol y la destrucción de 'Apop - Anónimo - Antiguo Egipto


El texto egipcio más completo sobre la creación del mundo es este himno conservado en un papiro escrito en el reinado de Alejandro III (310 a. C.), pero que parece remitir a originales muy anteriores.

El Maestro de Todas las Cosas dijo después de su formación:
"Yo soy quien fue formado como Khepri.1
Cuando yo fui formado, entonces (sólo) las formas fueron formadas.
Todas las formas fueron formadas después de mi formación.
Numerosas son las formas que han procedido de mi boca.2
El cielo no había sido formado,
la tierra no había sido formada,
el suelo no había sido creado
(¿para?) los reptiles en ese lugar.3

Me elevé (a mí mismo) entre ellos [variante: allí] en los abismos, fuera de (su)
                inactividad.
Cuando no encontré un lugar donde estar de pie
pensé prudentemente (?) en mi corazón,
fundé en mi alma (?).
Yo hice todas las formas,4 yo solo.

No había aún sido expulsado como Shu,
no había sido escupido como Tefênet.5
Ninguno otro había surgido para que trabajara (?) conmigo.
(Luego) me encontré en mi propio corazón.6

Había formadas muchas (¿formas?),7
las formas de las formas en las formas de los niños,
(y) en las formas de sus niños.

Yo soy quien copuló con mi puño,
yo me masturbé con mi mano,8
el semen cayó (?) de mi propia boca.
     Cuando fue expulsado era Shu,
cuando fue escupido era Tefênet.
Mi padre, el abismo, los envió a ellos.9
Mi ojo los siguió a través de incontables eras (?)10
mientras (ellos) se separaban de mí. Después yo fui formado como el único
             (dios),11
tres dioses fueron (separados) de mí (desde) que yo estuve en esta tierra,
Shu y Tefênet se regocijaban en los abismos donde estaban.
Me trajeron mi ojo (que venía) detrás de ellos.
Después de que hube unido mis miembros,12 lloré sobre ellos.
     El origen de los hombres fue (entonces) de las lágrimas que brotaron de mi ojo.
Éste se enojó contra mí después de haber (vuelto)
cuando encontró que yo me había hecho otro ojo en su lugar
(y) lo había reemplazado por un resplandeciente ojo;
yo había reemplazado su lugar en mi rostro enseguida,
(de modo) que éste gobernaba sobre todo el reino.
     Fue (?) por entonces (?) cuando sus (?) plantas (?).13
Yo reemplacé lo que ella había tomado de allí.
Yo vine de las plantas (?).
Yo creé todos los reptiles y todo lo que estaba en (?) ellas.14
Shu y Tefênet engendraron a [Qêb] y Nut.
Qêb y Nut engendraron a Osiris, Horus (el que está ante el sin ojo) (?), Sêth,
             Isis y Neftis de una matriz,
uno después del otro;
Sus hijos fueron muchos sobre esta tierra."
Versión y notas de F. Max Müller, Universidad de Pennsylvania
Shu y Tefnut (Tefênet)
1 "El Que se Forma a Sí Mismo, el Auto-Engendrado".
2 Es decir, en mi palabra (o pensamiento) comienza la diferenciación de los seres vivos.
3 Difícilmente "ni los reptiles estaban en ese lugar", ya que las líneas siguientes muestran que ya existían. En una variante del texto de esta línea se lee: "Soy el que estaba formado como las formas de Khepri".
4 Variante: "Yo creé muchas otras formas de la primera forma".
5 La pronunciación de Shu no es muy segura; puede ser Shôu. La pronunciación griega SwV, SwsoV, SwsiV, parece presuponer también la pronunciación Shôshu, pero esta parece estar basada en una etimología artificial de ashesh, "escupir", con lo que se hace una alusión, por ejemplo, al mito de la creación. La forma leonada que expulsa el agua de lluvia en los templos quizá represente a Shu, a pesar de que los últimos egipcios ya no eran conscientes de este hecho, ya que la llamaban simplemente "escupe tormentas".
Una conexión etimológica con tof, "escupir", parece posible sólo en la mente paronomasíaca de los escribas egipcios.  No obstante, ellos no interpretaron de esto su función cósmica, sino su creación por el dios Sol. La conclusión de los primeros egiptólogos es que ella denota los húmedos restos de una errónea etimología sobre su nombre ("escupitajo de Nut"), no se sostiene por los textos egipcios.
6 Variante: "Usé mi boca para (pronunciar) mi propio nombre, que era mágico".
7 Una de las muchas confusas repeticiones de la misma palabra parece estar omitida.
8 La concepción de la creación espontánea era demasiado profunda para algunos sacerdotes, que le dieron interpretaciones groseras, diciendo que el dios "se enamoró de sí mismo" o de su sombra, o se inseminó a sí mismo.
9 El manuscrito está alterado aquí, pero se puede considerar una oscura palabra con el significado de "mantenidos en reposo", "mantenidos alejados". Posiblemente esta palabra era s-nyny ("ser débil, inerte, calmo"), con un juego sobre el nombre Nuu, Niu o Nûn.
10 El manuscrito está otra vez alterado.
11 O "después me convertí en dios".
12 El significado es, aparentemente, "después de que hube reemplazado mi ojo". Si esta hipótesis es correcta, la subsecuente historia del malestar del ojo por su retorno debería pertenecer a otro mito; de otro modo, significaría la restauración realizada por Shu y Tefênet de su padre, el dios sol. En la teología egipcia "miembros" denota varias manifestaciones de la misma fuerza divina.
13 Este verso no puede ser traducido, o, más bien, reconstruido con seguridad.
14 "En ellas" significa "en las plantas" (un término de incierta significación). En el Libro de los Muertos, LXXVIII, 15, se habla de la creación de los primeros seres, "que Atumu mismo había creado, que había formado de las plantas (¿y?) su ojo".

jueves, 27 de julio de 2017

La joven Parca (fragmento) - Paul Valéry - Francia


La jeune parque
Le Ciel a-t-il formé cet amas de merveilles
Pour la demeure d’un serpent?
P. Corneille
QUI pleure là, sinon le vent simple, à cette heure
Seule, avec diamants extrêmes?… Mais qui pleure,
Si proche de moi-même au moment de pleurer?
Cette main, sur mes traits qu’elle rêve effleurer,
Distraitement docile à quelque fin profonde,
Attend de ma faiblesse une larme qui fonde,
Et que de mes destins lentement divisé,
Le plus pur en silence éclaire un coeur brisé.
La houle me murmure une ombre de reproche,
Ou retire ici-bas, dans ses gorges de roche,
Comme chose déçue et bue amèrement,
Une rumeur de plainte et de resserrement…
Que fais-tu, hérissée, et cette main glacée,
Et quel frémissement d’une feuille effacée
Persiste parmi vous, îles de mon sein nu?…
Je scintille, liée à ce ciel inconnu…
L’immense grappe brille à ma soif de désastres.
Tout-puissants étrangers, inévitables astres
Qui daignez faire luire au lointain temporel
Je ne sais quoi de pur et de surnaturel;
Vous qui dans les mortels plongez jusques aux larmes
Ces souverains éclats, ces invincibles armes,
Et les élancements de votre éternité,
Je suis seule avec vous, tremblante, ayant quitté
Ma couche; et sur l’écueil mordu par la merveille,
J’interroge mon coeur quelle douleur l’éveille,
Quel crime par moi-même ou sur moi consommé?…
… Ou si le mal me suit d’un songe refermé,
Quand (au velours du souffle envolé l’or des lampes)
J’ai de mes bras épais environné mes tempes,
Et longtemps de mon âme attendu les éclairs?
Toute? Mais toute à moi, maîtresse de mes chairs,
Durcissant d’un frisson leur étrange étendue,
Et dans mes doux liens, à mon sang suspendue,
Je me voyais me voir, sinueuse, et dorais
De regards en regards, mes profondes forêts.
J’y suivais un serpent qui venait de me mordre.
QUEL repli de désirs, sa traîne!… Quel désordre
De trésors s’arrachant à mon avidité,
Et quelle sombre soif de la limpidité!
Ô ruse!… A la lueur de la douleur laissée
Je me sentis connue encor plus que blessée…
Au plus traître de l’âme, une pointe me naît;
Le poison, mon poison, m’éclaire et se connaît:
Il colore une vierge à soi-même enlacée,
Jalouse… Mais de qui, jalouse et menacée?
Et quel silence parle à mon seul possesseur?
Dieux! Dans ma lourde plaie une secrète soeur
Brûle, qui se préfère à l’extrême attentive.
«VA! je n’ai plus besoin de ta race naïve,
Cher Serpent… Je m’enlace, être vertigineux !
Cesse de me prêter ce mélange de noeuds
Ni ta fidélité qui me fuit et devine…
Mon âme y peut suffire, ornement de ruine!
Elle sait, sur mon ombre égarant ses tourments,
De mon sein, dans les nuits, mordre les rocs charmants;
Elle y suce longtemps le lait des rêveries…
Laisse donc défaillir ce bras de pierreries
Qui menace d’amour mon sort spirituel…
Tu ne peux rien sur moi qui ne soit moins cruel,
Moins désirable… Apaise alors, calme ces ondes,
Rappelle ces remous, ces promesses immondes…
Ma surprise s’abrège et mes yeux sont ouverts.
Je n’attendais pas moins de mes riches déserts
Qu’un tel enfantement de fureur et de tresse
Leurs fonds passionnés brillent de sécheresse
Si loin que je m’avance et m’altère pour voir
De mes enfers pensifs les confins sans espoir…
Je sais… Ma lassitude est parfois un théâtre.
L’esprit n’est pas si pur que jamais idolâtre
Sa fougue solitaire aux élans de flambeau
Ne fasse fuir les murs de son morne tombeau.
Tout peut naître ici-bas d’une attente infinie.
L’ombre même le cède à certaine agonie,
L’âme avare s’entr’ouvre, et du monstre s’émeut
Qui se tord sur le pas d’une porte de feu…
Mais, pour capricieux et prompt que tu paraisses,
Reptile, ô vifs détours tout courus de caresses,
Si proche impatience et si lourde langueur,
Qu’es-tu, près de ma nuit d’éternelle longueur?
Tu regardais dormir ma belle négligence…
Mais avec mes périls, je suis d’intelligence,
Plus versatile, ô Thyrse, et plus perfide qu’eux.
Fuis-moi! du noir retour reprends le fil visqueux!
Va chercher des yeux clos pour tes danses massives.
Coule vers d’autres lits tes robes successives,
Couve sur d’autres coeurs les germes de leur mal,
Et que dans les anneaux de ton rêve animal
Halète jusqu’au jour l’innocence anxieuse!…
Moi, je veille. Je sors, pâle et prodigieuse,
Toute humide des pleurs que je n’ai point versés,
D’une absence aux contours de mortelle bercés
Par soi seule… Et brisant une tombe, sereine,
Je m’accoude inquiète et pourtant souveraine,
Tant de mes visions parmi la nuit et l’oeil,
Les moindres mouvements consultent mon orgueil.»
MAIS je tremblais de perdre une douleur divine!
Je baisais sur ma main cette morsure fine,
Et je ne savais plus de mon antique corps
Insensible, qu’un feu qui brûlait sur mes bords:
Adieu, pensai-je, MOI, mortelle soeur mensonge…


La joven parca
¿El cielo ha formado este racimo de maravillas
para la morada de una serpiente?
P. Corneille
¿QUIÉN llora allá, si no el simple viento, en esta hora
sola con diamantes extremos?… ¿Pero quién llora,
tan próximo a mí en el momento de llorar?
Esta mano sobre mis trazos que ella sueña rozar,
distraídamente dócil, tiene algún fin profundo,
aguarda de mi debilidad una lágrima que derrite,
y que de mis destinos, lentamente dividida,
en el más puro silencio limpie un corazón roto.
La ondulación me murmura una sombra de reproche,
o, aquí abajo, oculta en sus gargantas de roca,
como decepcionada y bebida amargamente
un rumor de llanto y de constricción…
¿Qué haces, erizada, y esta mano glacial,
y qué gemido de una hoja borrada
persiste entre vosotras, islas de mi seno desnudo?…
Cintilo, aliada a ese cielo desconocido…
El inmenso racimo brilla para mi sed de desastres.
Todopoderosos extranjeros, inevitables astros
que se dignan alumbrar al temporal lejano,
yo no sé qué de puro y de sobrenatural;
quienes entre los mortales os sumergís hasta las lágrimas,
esos soberanos estallidos, esas invencibles armas,
y los lances de vuestra eternidad,
estoy sola con ustedes, temblorosa, tras dejar
mi lecho; y por encima del escollo mordido por la maravilla,
interrogo a mi corazón a quien despierta el dolor
¿Qué crimen por mí o sobre mí consumado?…
… O si me persigue el mal de un sueño cautivo,
¿cuándo (el terciopelo de un soplo voló el oro de las lámparas)
con mis fuertes brazos apreté mis sienes
y, largamente, de mi alma contemplé los destellos?
¿Toda? Pero toda mía, amante de mi carne,
endurecida por un escalofrío su extraña extensión,
y en mis dulces lazos, con mi sangre detenida,
me veo verme, sinuosa, y doré
de miradas en miradas, mis profundas florestas.
Perseguía una serpiente que acababa de morderme.
¡QUÉ repleto de deseos, su arrastre!… ¡Qué desorden
de tesoros se desenterraron para mi avidez,
y qué sombría sed de pureza!
¡Vaya trampa!… Al resplandor del dolor restante
me sentí conocida, aun más que lacerada…
En lo más traidor del alma, una punta me nació;
el veneno, mi veneno, me aclara y se conoce:
da color a una virgen enlazada a sí misma,
celosa… Pero, ¿de qué, celosa y amenazada?
¿Y qué silencio habla a mi solo poseedor?
¡Dios! En mi dura herida una secreta hermana
arde, quien se prefiere a la extrema atención.
«MIRA, no tengo más necesidad de tu raza ingenua,
querida Serpiente… ¡Me enlazo, ser vertiginoso!
Deja de prestarme esa confusión de nudos,
con tu fidelidad que me huye y adivina…
¡Mi alma puede sufrir, adorno de la ruina!
Ella sabe, sobre mi sombra alejando sus tormentos
de mi seno, en las noches, morder las rocas seductoras;
Ella sorbe largamente la leche de las ensoñaciones…
deja entonces desfallecer ese brazo de pedrerías
que amenaza de amor mi destino espiritual…
Nada puedes sobre mí que no sea menos cruel,
menos deseable… Apacigua, entonces, calma esas ondas,
llama a esos torbellinos, a esas promesas inmundas…
Mi sorpresa disminuye y están abiertos mis ojos.
No esperaba menos de mis ricos desiertos
que tales aniñamiento de furia y trenza:
sus fondos apasionados brillan de resequedad,
tan lejos, que me adelanto y me altero por ver
de mis infiernos pensativos los confines sin esperanza…
Lo sé… Mi lasitud es ocasionalmente un teatro.
El espíritu no es tan puro que jamás idolatre
su fuga solitaria que alienta la antorcha
sin ahuyentar los muros de su abatida tumba.
Todo puede nacer aquí en lo bajo de una espera infinita.
La sombra misma se somete a cierta agonía,
el alma avara se entreabre, y del monstruo se conmueve
quien se tuerce al paso de una puerta de fuego…
Mas, por listo y caprichoso que parezcas,
reptil, oh, vivas contorsiones, todo solícito de caricias,
tan próximo a la impaciencia y de tan pesada languidez,
¿quién eres, vecina de mi noche de eterna duración?
Tú contemplaste dormir mi bella negligencia…
Si peligrosa, inteligente soy también,
más versátil, oh, Tirse, y más pérfida que ellos.
¡Huye de mí! ¡Del negro retorno, retoma el hilo viscoso!
Ve en busca de ojos cerrados para tus danzas masivas.
Desliza hacia otros lechos tus vestidos sucesivos,
cubran otros corazones los gérmenes de su mal,
y que en los anillos de tu sueño animal
aliente hasta la mañana la inocencia ansiosa!…
Yo, vigilo, salgo, pálida y prodigiosa,
húmeda toda de llantos que no he vertido,
de una ausencia de los contornos de mortales abrazos
para ella misma. Y despedazando una tumba, serena,
me acodo inquieta y soberana, por ende;
muchas de mis visiones entre la noche y el ojo,
los menores movimientos consultan a mi orgullo.»
¡PERO temblaba por perder un dolor divino!
Besé esa mordedura fina sobre mi mano,
y no supe más de mi antiguo cuerpo
insensible, que un fuego que ardía sobre mis bordes:
Adiós, pensé, YO, mortal hermana mentira…
Traducción de Bernardo Ruiz

martes, 25 de julio de 2017

Fragmentos de Orlando - Virginia Woolf - Reino Unido


Dio en cavilar si la Naturaleza era bella o cruel; y luego se preguntó qué era esa belleza; si estaba en las cosas mismas o sólo en ella, y así pasó al problema de la realidad, que la condujo al de la verdad, que a su vez la condujo al Amor, la Amistad y la Poesía (como antes en la colina del roble); y que le hicieron anhelar, como nunca, una pluma y un tintero.
"¡Quién pudiera escribir!" gritaba (pues tenía el prejuicio literario de que las palabras escritas son palabras compartidas). [...]

Habiendo interrogado al hombre y al pájaro y a los insectos (porque los peces, cuentan los hombres que para oírlos hablar han vivido años su soledad de verdes cavernas, nunca, nunca lo dicen, y tal vez lo saben por eso mismo), habiendo interrogado a todos ellos sin volvernos más sabios, sino más viejos y más fríos -porque ¿no hemos, acaso, implorado el don de aprisionar en un libro algo tan raro y tan extraño, que uno estuviera listo a jurar que era el sentido de la vida?- fuerza es retroceder y decir directamente al lector que espera, todo trémulo, escuchar qué cosa es la vida: ¡ay! no lo sabemos. [...]
De Orlando, 1928

domingo, 23 de julio de 2017

La nube de Steve Jobs - Ángela Vallvey - España


He subido a La Nube
esa jaula de sol
con sus horas de confín que se beben
en secreto los pájaros
cuando el alba despierta.
He subido a La Nube
mis archivos de amor y de deseo,
las pavesas de la rosa temprana
pixelada en venenos de colores
que se desespera detrás de la pantalla
de tu iPad. Aquel momento
en que te quise para siempre.
Los matices -pedrería, barro y azul abismo-
del dolor de mi pecho. Un día
en carne y hueso. Facturas por cobrar
a la mañana. Mi corazón
de renta antigua que tiene la costumbre
de interrogar a la tristeza. La luz
que frente a frente te busca y te propicia.

Un trozo generoso de tu cuerpo
que nunca me abandone.
He subido a La Nube caminando
porque, a menudo, vivir es sólo eso,
guardar en un cofre de nieblas
los restos del amor para llevar a casa,

poner la fe en la lejanía,
en un rayo de sombra constelado
de hielos digitales
que encarcele, uno a uno,
a los fantasmas de tu mundo y el mío.

He subido a La Nube las sílabas
antiguas de la palabra noche,
el frío de tus lágrimas, aquel
que jamás fuiste, el pie de las encinas
en todos los ocasos.

viernes, 21 de julio de 2017

Quijotescas/ 32 - Ni siquiera soy polvo - Jorge Luis Borges - Argentina


No quiero ser quien soy. La avara suerte
me ha deparado el siglo diecisiete,
el polvo y la rutina de Castilla,
las cosas repetidas, la mañana
que, prometiendo el hoy, nos da la víspera,
la plática del cura y del barbero,
la soledad que va dejando el tiempo
y una vaga sobrina analfabeta.
Soy hombre entrado en años. Una página
casual me reveló no usadas voces
que me buscaban, Amadís y Urganda.
Vendí mis tierras y compré los libros
que historian cabalmente las empresas:
el Grial, que recogió la sangre humana
que el Hijo derramó para salvarnos,
el ídolo de oro de Mahoma,
los hierros, las almenas, las banderas
y las operaciones de la magia.
Cristianos caballeros recorrían
los reinos de la tierra, vindicando
el honor ultrajado o imponiendo
justicia con los filos de la espada.
Quiera Dios que un enviado restituya
a nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueños lo divisan. Lo he sentido
a veces en mi triste carne célibe.
No sé aún su nombre. Yo, Quijano,
seré ese paladín. Seré mi sueño.
En esta vieja casa hay una adarga
antigua y una hoja de Toledo
y una lanza y los libros verdaderos
que a mi brazo prometen la victoria.
¿A mi brazo? Mi cara (que no he visto)
no proyecta una cara en el espejo.
Ni siquiera soy polvo. Soy un sueño
que entreteje en el sueño y la vigilia
mi hermano y padre, el capitán Cervantes,
que militó en los mares de Lepanto
y supo unos latines y algo de árabe...
Para que yo pueda soñar al otro
cuya verde memoria será parte
de los días del hombre, te suplico:
mi Dios, mi soñador, sigue soñándome.

miércoles, 19 de julio de 2017

Darkness - Lord Byron - Inglaterra


Darkness

I had a dream, which was not all a dream.
The bright sun was extinguished, and the stars
Did wander darkling in the eternal space,
Rayless, and pathless, and the icy Earth
Swung blind and blackening in the moonless air;
Morn came and went—and came, and brought no day,
And men forgot their passions in the dread
Of this their desolation; and all hearts
Were chilled into a selfish prayer for light:
And they did live by watchfires—and the thrones,
The palaces of crownéd kings—the huts,
The habitations of all things which dwell,
Were burnt for beacons; cities were consumed,
And men were gathered round their blazing homes
To look once more into each other's face;
Happy were those who dwelt within the eye
Of the volcanos, and their mountain-torch:
A fearful hope was all the World contained;
Forests were set on fire—but hour by hour
They fell and faded—and the crackling trunks
Extinguished with a crash—and all was black.

The brows of men by the despairing light
Wore an unearthly aspect, as by fits
The flashes fell upon them; some lay down
And hid their eyes and wept; and some did rest
Their chins upon their clenchéd hands, and smiled;
And others hurried to and fro, and fed
Their funeral piles with fuel, and looked up
With mad disquietude on the dull sky,
The pall of a past World; and then again
With curses cast them down upon the dust,
And gnashed their teeth and howled: the wild birds shrieked,
And, terrified, did flutter on the ground,
And flap their useless wings; the wildest brutes
Came tame and tremulous; and vipers crawled
And twined themselves among the multitude,
Hissing, but stingless—they were slain for food:
And War, which for a moment was no more,
Did glut himself again:—a meal was bought
With blood, and each sate sullenly apart
Gorging himself in gloom: no Love was left;
All earth was but one thought—and that was Death,
Immediate and inglorious; and the pang
Of famine fed upon all entrails—men
Died, and their bones were tombless as their flesh;
The meagre by the meagre were devoured,
Even dogs assailed their masters, all save one,
And he was faithful to a corse, and kept
The birds and beasts and famished men at bay,
Till hunger clung them, or the dropping dead
Lured their lank jaws; himself sought out no food,
But with a piteous and perpetual moan,
And a quick desolate cry, licking the hand
Which answered not with a caress—he died.

The crowd was famished by degrees; but two
Of an enormous city did survive,
And they were enemies: they met beside
The dying embers of an altar-place
Where had been heaped a mass of holy things
For an unholy usage; they raked up,
And shivering scraped with their cold skeleton hands
The feeble ashes, and their feeble breath
Blew for a little life, and made a flame
Which was a mockery; then they lifted up
Their eyes as it grew lighter, and beheld
Each other's aspects—saw, and shrieked, and died—
Even of their mutual hideousness they died,
Unknowing who he was upon whose brow
Famine had written Fiend. The World was void,
The populous and the powerful was a lump,
Seasonless, herbless, treeless, manless, lifeless—
A lump of death—a chaos of hard clay.

The rivers, lakes, and ocean all stood still,
And nothing stirred within their silent depths;
Ships sailorless lay rotting on the sea,
And their masts fell down piecemeal: as they dropped
They slept on the abyss without a surge—
The waves were dead; the tides were in their grave,
The Moon, their mistress, had expired before;
The winds were withered in the stagnant air,
And the clouds perished; Darkness had no need Of aid from them
She was the Universe.


Oscuridad

Tuve un sueño, que no era del todo un sueño.
El brillante sol se apagaba, y los astros
vagaban diluyéndose en el espacio eterno,
sin rayos, sin senderos, y la helada tierra
oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna;
la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día.
Y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror
de esta desolación; y todos los corazones
se helaron en una plegaria egoísta por luz;
y vivieron junto a hogueras —y los tronos,
los palacios de los reyes coronados— las chozas,
los hogares de todas las cosas que habitaban,
fueron quemadas en las fogatas; las ciudades se consumieron,
y los hombres se reunieron en torno
a sus ardientes refugios
para verse nuevamente las caras unos a otros.
Felices eran aquellos que vivían dentro del ojo
de los volcanes, y su antorcha montañosa:
una temerosa esperanza era todo lo que el mundo contenía;
Se encendió fuego a los bosques - pero hora tras hora
Fueron cayendo y apagándose —y los crujientes troncos
se extinguieron con un estrépito—
y todo fue negro.

Las frentes de los hombres, a la luz sin esperanza,
tenían un aspecto no terreno, cuando de pronto
los haces caían sobre ellos; algunos se tendían
y escondían sus ojos y lloraban; otros descansaban
sus barbillas en sus manos apretadas, y sonreían;
y otros iban rápido de aquí para allá, y alimentaban
sus piras funerarias con combustible,
y miraban hacia arriba
con loca inquietud al sordo cielo,
El sudario de un mundo pasado; y entonces otra vez
con maldiciones se arrojaban sobre el polvo,
y rechinaban sus dientes y aullaban; las aves silvestres chillaban,
y, aterrorizadas, revoloteaban sobre el suelo,
y agitaban sus inútiles alas; los brutos más salvajes
venían dóciles y trémulos; y las víboras se arrastraron
y se enroscaron entre la multitud,
siseando, pero sin picar —y fueron muertas para ser alimento:
y la Guerra, que por un momento se había ido,
se sació otra vez—; una comida se compraba
con sangre, y cada uno se hartó, resentido y solo
atiborrándose en la penumbra: no quedaba amor;
toda la tierra era un solo pensamiento
y ese era la muerte,
inmediata y sin gloria; y el dolor agudo
del hambre se instaló en todas las entrañas —hombres
morían—, y sus huesos no tenían tumba,
y tampoco su carne;
el magro por el magro fue devorado,
y aún los perros asaltaron a sus amos,
todos salvo uno,
y aquel fue fiel a un cadáver, y mantuvo
a raya a las aves y las bestias y los débiles hombres,
hasta que el hambre se apoderó de ellos, o los muertos que caían
tentaron sus delgadas quijadas; él no se buscó comida,
sino que con un gemido piadoso y perpetuo
y un corto grito desolado, lamiendo la mano
que no respondió con una caricia —murió.

De a poco la multitud fue muriendo de hambre;
pero dos de una ciudad enorme sobrevivieron,
y eran enemigos; se encontraron junto
a las agonizantes brasas de un altar
donde se había apilado una masa de cosas santas
para un fin impío; hurgaron,
y temblando revolvieron con sus manos delgadas y esqueléticas
en las débiles cenizas, y sus débiles alientos
soplaron por un poco de vida, e hicieron una llama
que era una burla; entonces levantaron
sus ojos al verla palidecer, y observaron
el aspecto del otro —miraron, y gritaron, y murieron—
De su propio espanto mutuo murieron,
sin saber quién era aquel sobre cuya frente
la hambruna había escrito Enemigo.
El mundo estaba vacío,
lo populoso y lo poderoso —era una masa,
sin estaciones, sin hierba, sin árboles, sin hombres, sin vida -
una masa de muerte— un caos de dura arcilla.

Los ríos, lagos, y océanos estaban quietos,
y nada se movía en sus silenciosos abismos;
las naves sin marinos yacían pudriéndose en el mar,
y sus mástiles bajaban poco a poco; cuando caían
dormían en el abismo sin un vaivén -
Las olas estaban muertas; las mareas estaban en sus tumbas.
Antes ya había expirado su señora la luna;
los vientos se marchitaron en el aire estancado,
y las nubes perecieron; la Oscuridad no necesitaba
de su ayuda. Ella era el universo.

lunes, 17 de julio de 2017

Carta - Charles Simic - Yugoslavia-Estados Unidos


Queridos filósofos: me pongo triste cuando pienso.
¿A vosotros os pasa lo mismo?
Justo cuando estoy a punto de hincar los dientes en el noumenon,
alguna novia antigua me viene a distraer.
"¡Ni siquiera está viva!" grito a los cielos.

La luz invernal me hizo tomar ese camino.
Vi lechos cubiertos con frazadas grises idénticas.
Vi hombres de mirada sombría sosteniendo mujeres desnudas
mientras las manguereaban con agua fría.
¿Era para calmarles los nervios o castigo?

Fui a visitar a mi amigo Bob quien me dijo:
"Alcanzamos lo real cuando vencimos la
          seducción de las imágenes".
Yo estaba dichoso, hasta que me di cuenta
de que tal abstinencia nunca sería posible para mí.
Me sorprendí mirando por la ventana.

El padre de Bob llevaba a su perro a pasear.
Se movía dolorosamente; el perro lo aguardaba.
No había nadie más en el parque,
sólo árboles desnudos con una infinidad de formas trágicas
que hacían más difíciles las cosas.
De Gods and Devils, 1990
Traducción de Oscar E. Aguilera F.

sábado, 15 de julio de 2017

Fábula del violín en la escalera - Eduardo García - España


Como eco de una voz en la escalera 
un distante violín viene brotando, 
viene rasgando el aire, resonando 
por las frías estancias. Mira afuera 
del círculo perfecto en que se encierra 
tu vida ese violín que va borrando 
las sombras de tus días, conjurando 
tristeza con tristeza a su manera. 
Si de pronto el reloj se detuviera 
en el compás preciso, justo cuando 
tu corazón se va de contrabando 
al temblor de la cuerda y la madera, 
seguiría el violín en la escalera 
ahuyentando las sombras, resonando 
por las calles del tiempo, a su manera.
De Refutación de la elegía, 2006

jueves, 13 de julio de 2017

Fragmento de El don de Vorace - Félix Francisco Casanova - España


Según las anotaciones en su diario íntimo, Casanova tardó cuarenta y cuatro días en escribir la novela El don de Vorace: entre el 9 de junio y el 23 de julio de 1974. Tenía 17 años.


Capítulo 1

De repente me encuentro de pie, temblando intento asirme a la cómoda, pero ya no hay cómoda sino un pequeño taburete con frascos medicinales. Atrapo uno que tiene forma de botella y lo alzo hasta mis ojos, pero no consigo unir más de dos sílabas. ¡Rayos, esto es indescifrable! [...] Con tenaz esfuerzo devuelvo el frasco al taburete y noto estar erguido, sin apoyarme en objeto alguno. [...] Es preciso saber cuánto tiempo he delirado en ese horrible camastro, así es que acudo a la última página escrita. Una fecha: 2-diciembre y, con letra que cualquier grafólogo calificaría de melancólica y pesimista, leo: "Hoy es mi último día con vida (ojalá). Esta noche bajaré el telón... El demonio quiera que no se vuelva a subir". Luego vienen toda clase de detalles sobre el revólver con que me ejecuté y algunas estrofas sarcásticas referidas a lo que en realidad ha ocurrido y que ya intuía con cierta seguridad. Más adelante, una serie de recuerdos mal hilvanados, mis libros, padres, infancia... Un beso final para Marta y la firma completa, con letra de molde: BERNARDO VORACE MARTÍN.

No puedo por menos que carcajearme de este nuevo intento fallido o llorar como sólo yo he llorado. Opto por enmudecer los pensamientos y andar sonámbulo. El demonio alzó el telón.
Debo destruir a todos los que conocen mis flaquezas, todo vestigio con el pasado. Bañándome en el mar en calma bajo la luna. Borrar de la faz de la vida a cuantos conocen mis imperfecciones, testigos de mis anteriores torpezas humanas. Recomenzar.


Del prólogo de Fernando Aramburu, reciente autor de Patria, novela aclamada por lectores y crítica

Se advierte en Casanova la gracia, el desparpajo, la propensión lúdica de un ángel con rasgos diabólicos, todo lo cual exime a su arte de las esperables convenciones del oficio [...]

El parangón con Rimbaud es pertinente. Acaso hermane a ambos escritores con mayor motivo la naturaleza rebelde y visionaria de sus respectivas obras, tan distintas por otros conceptos. [...]

La relectura me afirma en el convencimiento de que El don de Vorace representa, junto con cierto número de poemas donde se insinúan pequeños relatos, la parte más valiosa de su trabajo. El libro, abiertamente inverosímil, es de principio a fin una parodia. Construida sobre la estructura de un monólogo que admite la reproducción de conversaciones, alberga en sus páginas una sucesión de episodios macabros, escenas de violencia, actos irracionales, pesadillas y visiones que denotan un esfuerzo imaginativo poco común. Sabemos por el padre del autor, que contribuyó a la redacción del libro en funciones de mecanógrafo, que no pocos capítulos fueron repentizados a viva voz por Casanova, a quien apremiaba la cercanía del plazo de entrega de un concurso literario, uno de tantos que ganó. Un libro de esa índole no se planea. Se escribe en trance, se improvisa al calor de una inventiva ágil o simplemente le sale a uno.
Su protagonista, Bernardo Vorace, constata, tras varios intentos frustados de suicidio, que es un hombre inmortal. El descubrimiento lo lleva a cabo en la primera página de la novela, tras despertarse con un agujero de bala en la sien. El resto del relato consiste en la deriva criminal de un hombre a quien la imposibilidad de morir ha despojado de principios morales [...].

martes, 11 de julio de 2017

Declaración - Ramón Andrés - España


No soy el centro, el centro es el principio,
el agua que cabe en nuestro sorbo,
la espiral de las aves cercando los mercados,
el hierro incandescente sumergido en el agua
para que se haga ley con el morir del fuego,
para que el tiempo exhorte al desaparecido
y lleve el sol los nombres del origen.

No soy el centro, el centro es el principio,
el espigón donde el anzuelo tensa
la caña, sus anillos, no al viento sino al fruto,
la seca mordedura del error,
la locura de Tasso y su gritar de celda,
el búho que oscurece más el valle,
porque lo detenido siempre turba.

No soy el centro, el centro es el principio,
la rodera en la cal,
la carbonilla muerta de los túneles,
el santiguarse y jamás redimirse,
el que llora confeso de infinito,
el frío que cuartea el azar de una fuente
y afila el rostro de los caminantes.

El centro es el principio, la intriga del abismo,
la cosecha irisada como cresta de garza,
la llanada, la greda, el septentrión,
las márgenes quemadas de una hacienda,
la lumbre trasijada de los pobres,
el pie llagado por el junio hirsuto.

El centro es el principio,
el tiempo de abrazar y el tiempo de alejarse,
la línea de las cosas, su mudanza,
narrar el río que jamás fluyó,
recordar mi caída a los torrentes,
saber que me precedo, que me busqué en la nada
para que un nacimiento fuera el mío.

domingo, 9 de julio de 2017

Pasión del laberinto - Pedro Luis Menéndez // Vida y muerte - Cecilio F. Testón - España


A la memoria de Cecilio F. Testón, humanista, viejo profesor de latín del responsable de este blog.

Pasión del laberinto,
                             tierra viva,
llegarás sin temer
el tiempo viejo
                      para nacer aquí,
como un delirio
que se enreda y se vierte,
se compone,
se dispone
en imágenes caudales:


Bosque del aire,
                       luna de semilla,
templo del hombre, fiel pulmón del alba,
derramarás la lluvia copa a copa
hasta estampar tus huesos enterrados,
cauto temblor, racimo del destino,
hasta empapar los mundos,
redimirnos
                 de otro fervor
que tu ámbito extendido,
de otro saber
que tus revelaciones.


Donde yo te contemplo se concentran
los contraluces ávidos de ensueño,
la magia celular del hongo, el liquen
que desespera en musgo de humedades;
secreto a pura voz, hay corazones
ardiendo sin cesar en la espesura.


Una espesura de anclas enraizadas,
un aparejo mágico,
hojarasca
               abarloada al ámbito dormido
de tu espalda, salinidad antigua,
fiebre y savia
para la sed de ti
que gimo en cada paso, huella de ti
que sigo en el silencio.


Sólo los pasos saben, tan desnudos,
gozarte así, remanso del otoño,
huella fugaz tras huella que se pierde,
deshecha ya, marisma de hoja y hoja.
Si te perdí, te tengo
si te tuve.


Fermentas en la noche como el amor
y el miedo,
raíz vital del roble,
centro del bosque,
                         espacio prevenido
para durar los siglos abundantes
sin otra fe que el tiempo
sobre el tiempo,
sin otra luz que el agua
                                   de una sombra.

Perpetuación de un cántico encendido,
fermentas en la noche
como los sueños blancos
tu humedad por las almas elegidas.


Dolor de la madera, nudo tenso
de incitación al llanto,
piel devota que atravesó los lindes,
fuese adentro
del último desvelo
en abanico de carbón y llamas,
dijo el grito y la nube,
cumplió el vuelo
de algún dulce morar
                             por los caminos,
dolor de la madera, viento
al viento de ser la última muerte.


Entregarás a un mismo reverbero
la soledad y el cauce de la estrella,
vecino al mar
desnudo donde acabas,
acantilado insomne sin fronteras:
las ramas se estremecen, brisa
feliz, no arcádica, a la tierra
desliza un mundo lleno, en sí completo.
  
Claros del bosque, ojos del vacío,
premio sin paz,
ventana al laberinto,
recuérdame después de la presencia,
del preguntar atónito a la vida
si otra quietud
me aguarda entre los verbos
con lucidez de savia y de sorpresa,
preciosa luz de un cándido arrebato,
ventana abierta
                       al pie del laberinto,
si otra quietud me aguarda,
qué distancia
no besarán los ríos de la ausencia.

Estás ahí,
al lado de mí mismo.
Sentirte así me anuncia ya el silencio. 
Corre la voz,
canción de la arboleda,
quiero abrazarte en música, jugarnos
la última sombra
en ocre y en caricia
para volver a tus enredaderas,
y no partir jamás:

ser hombre y tierra.

viernes, 7 de julio de 2017

Sin llaves y a oscuras - Fabián Casas - Argentina


Era uno de esos días en que todo sale bien.
Había limpiado la casa y escrito
dos o tres poemas que me gustaban.
No pedía más.

Entonces salí al pasillo para tirar la basura
y detrás de mí, por una correntada,
la puerta se cerró.
Quedé sin llaves y a oscuras
sintiendo las voces de mis vecinos
a través de sus puertas.
Es transitorio, me dije;
pero así también podría ser la muerte:
un pasillo oscuro,
una puerta cerrada con la llave adentro
la basura en la mano.

miércoles, 5 de julio de 2017

Poesía para niños/ 13 - Historias de gatos y otros sonidos - Jesús Fernández Palacios - España


Para el pintor Juan Carlos Crespo Laínez
Dicen que la rana croa,
cuentan que gruye la grulla,
y mientras parpan los patos,
el cuervo gazna que gazna.

Miau, miau, miaaau…

La voz que vozna del ganso
molesta al grajo que croaja,
y al chirriar la chicharra
o al zurear la paloma,
si cuchichía la perdiz
y el grillo además chirría,
se monta una algarabía
que nadie puede dormir.

Miau, miau, miaaau…

Si trisa la golondrina
y el loro garre en la jaula,
si la cigüeña crotora
y el pollo pía que pía,
himpla la pantera himpla
cuando el jabalí rebudia,
y si el caballo relincha
el asno rozna o rebuzna.

Miau, miau, miaaau…

Se escucha el cerdo gruñir
y el ciervo bramar se escucha,
gamita el gamo y responde
los balidos que lo imitan,
mientras el toro remudia,
la pobre oveja balita,
mientras otilan los lobos
y ululan los mistolobos,
ladran la granja los perros
y el elefante barrita.

Miau, miau, miaaau…

El león ruge también
mientras la serpiente silba,
y si el gallo vigilante
ve que el cuclillo cucúa
o que titando está el pavo
para juntar su manada,
el gallo se flamenquea
y la gallina cloquea
sintiéndose enamorada.

Miau, miau, miaaau…

Y qué decir de los gatooos…,
de los gatos que maúllan,
esos gatos de colores
que unos crecen y otros menguan
de la retina que sueña,
del pintor que imaginando
nos perturba y maravilla.

Hay gatos que son sombreros,
otros que son como un libro
lleno de gatos y gatas,
donde parecen ovillos
y a veces pájaros bellos
que escriben libros y cantan
o ronronean sus viajes
y se convierten en jaulas,
que se enamoran y sueñan:
son gatos que nos encantan.

lunes, 3 de julio de 2017

Fragmento de Fausto - Johann Wolfgang von Goethe - Alemania


Prólogo en el cielo

EL SEÑOR. Los ejércitos celestiales.
Después, MEFISTÓFELES.1 Los tres arcángeles se adelantan.

SAN RAFAEL
    El sol retumba a la vieja usanza
en el melodioso concurso de las fraternales esferas,
y culmina su precioso itinerario
con la celeridad del rayo.
Su vista infunde fuerza a los ángeles,
aun cuando ninguno lo pueda penetrar;
las inconcebibles y sublimes obras
son magníficas como en su día primero.

SAN GABRIEL
    Y con celeridad, con increíble celeridad,
gira en torno suyo la tierra en su esplendor;
la claridad del paraíso
se alterna con las terribles tinieblas de la noche;
se encrespa el mar en anchos cauces
desde el lecho profundo de las rocas,
y rocas y mar son arrasadas
en el eterno y raudo curso de las esferas.

SAN MIGUEL
    Y tempestades rugen a porfía,
del mar a la tierra, de la tierra al mar,
y, furiosas, forman una cadena
de causas profundas en su derredor.
Y allí una devastación fulminante pone en llamas
el sendero que precede al trueno...,
mas, tus mensajeros, Señor, veneran2
el apacible cambio de tus días.

LOS TRES
    Su vista infunde fuerza a los ángeles,
aun cuando ninguno te pueda penetrar,
y todas tus sublimes obras
son magníficas como en su día primero.

MEFISTÓFELES
    Como quiera, ¡oh, Señor!, que te acercas de nuevo una vez                                                                                           [más
y preguntas cómo marcha todo entre nosotros,
y ya que de ordinario con agrado solías verme,
así también me ves entre el celestial cortejo.
    Disculpa, no sé expresarme de modo grandilocuente,
y aun cuando todo el séquito de mí haga mofa,
mi solemnidad te haría reír seguramente
si no hubieses perdido la costumbre de reír.
    Del sol y de los mundos no sé decir gran cosa,
yo sólo veo que los hombres se atormentan.
El diosecillo del mundo sigue siendo el de la misma laya,
y es tan extravagante como en su día primero.
Un poco mejor viviría
si  no le hubieses dado la ilusión de la luz del cielo;
la llama razón y la emplea únicamente
para ser más bestia que todas las bestias.
Paréceme a mí, con perdón de Vuestra Señoría,
como una de esas cigarras de largas patas
que siempre vuela y que, volando, salta,
y que, en tocando la hierba, entona su vieja cantinela;
¡y si al menos se hubiese quedado para siempre en la hierba!;
que no hay pijotería en la que no meta su nariz.

EL SEÑOR
    ¿No tienes otra cosa que decirme?
¿Es que sólo has de venir a presentar queja?
¿No habrá jamás en la tierra nada que sea de tu agrado?

MEFISTÓFELES
    ¡Nada!, Señor, que todo me sigue pareciendo, como siempre,                                                                                [detestable.
Los hombres me dan lástima, en sus días de miseria,
y hasta a mí mismo me disgusta martirizar a esas pobres criaturas.

EL SEÑOR
    ¿Conoces a Fausto?

MEFISTÓFELES
                                ¿Al doctor?

EL SEÑOR
                                                  ¡A mi siervo!3

MEFISTÓFELES
    ¡Ciertamente!, os sirve de manera muy singular.
No son terrenas la bebida ni la comida de ese loco.
Le impulsa la agitación en la lejanía;
él mismo, de su demencia, a medias se da cuenta;
del cielo exige sus más bellas estrellas,
y de la tierra, todo placer sublime,
y ni lo próximo ni lo lejano
colman a ese pecho profundamente conmovido.

EL SEÑOR
    Aunque ahora me sirva sólo ofuscadamente,
pronto le llevaré a la claridad.
Pues sabe el jardinero, cuando el arbusto verdece,
que flor y frutos adornarán los años venideros.

MEFISTÓFELES
    ¿Qué os apostáis? ¡Pues todavía habréis de perder
si me dais permiso
para llevarlo con tiento a mi camino!

EL SEÑOR
    Mientras viva sobre la tierra,
no te será vedado;
que yerra el hombre en cuanto aspira.

MEFISTÓFELES
    Eso os lo agradezco, pues con los muertos
jamás me he sentido bien.
Me gustan sobre todo las mejillas llenas y lozanas.
Detesto los cadáveres;
me pasa a mí como el gato con el ratón.

EL SEÑOR
    Pues bien. ¡quédese a tu cargo!
Aparta a esa alma de su fuente primitiva
y arrástrala, si es que aprehenderla puedes,
por tus caminos en pendiente,
o avergüénzate si tienes que reconocer
que un hombre bueno, en su oscuro impulso,
es bien consciente del camino justo.

MEFISTÓFELES
    ¡Está bien!, no requerirá mucho tiempo.
No me asusto en modo alguno de mi apuesta.
Si llego a alcanzar mi meta,
permitidme el triunfo a voz en grito.
Polvo ha de comer, y con fruición,4
como mi avúncula, la famosa serpiente.

EL SEÑOR
    Libre eres de hacer como te plazca,
a los de tu condición nunca he odiado.
De todos los espíritus que niegan,
el pícaro es el que menos me importuna.
La actividad del hombre puede hacer demasiado fácilmente,
éste pronto se inclina al reposo ilimitado;
por eso le adjudico gustoso a un compañero
que azuza y actúa y ha de trabajar como un demonio.
Mas, vosotros, los verdaderos hijos de Dios,
¡regocijáos por las vistas y espléndidas bellezas!5
Lo que está en gestación, lo que actúa y vive eternamente,
os retiene en las excelsas barreras del amor,
y aquello que en vacilante aparición fluctúa,
¡afianzadlo en perdurables pensamientos!

(el cielo se cierra y los arcágeles se dispersan)

MEFISTÓFELES
(Solo)
    De tiempo en tiempo me gusta ver al viejo,
y buen cuidado pongo en no romper con él.
Es muy amable de un señor tan grande
que tan humanamente hasta con el demonio hable.
Traducción y notas de Pedro Gálvez
Johann Wolfgang von Goethe


1 Lucas, 2, 13: "Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial...". El prólogo, compuesto en 1800, se inspira en el libro de Job, I, 6 a 12: "El día en que los hijos de Dios venían ante Yahveh...".
2 Goethe emplea la traducción literal de la palabra ángel; en griego angelos = mensajero.
3 Job, I, 8: "¿No te has fijado en mi siervo Job?".
4 Génesis, 3, 14: "Sobre tu vientre caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida".
5 Apocalipsis, 12, 12: "Por eso, regocijaos, cielos y los que en ellos habitáis..."

sábado, 1 de julio de 2017

Memoria - Carlos Montemayor - México



Estoy aquí, en la casa, a solas.
Aquí están los muebles, el aire, los ruidos.
Tengo un sentimiento tan transparente
como el vidrio de una ventana.
Es como la ventana en que miraba la nieve al amanecer,
hace muchos años, cuando era niño,
y pegaba la cara contra el cristal y comprendía toda la vida.
Es un deseo en calma, como la tarde.
Es estar como están todas las cosas.
Tener mi sitio como todo lo que está en la casa.
Perdurar el tiempo que sea, como las cosas.
No ser más ni mejor que ellas.
Sólo ser, en medio de mi vida,
parte del silencio de todas las cosas.